enero 05, 2005

No hay quinto malo

Para el quinto toro de la tarde, ella ya estaba entre mis brazos, durante toda la corrida, y cada que ella distraía su mirada del centro del ruedo nuestras miradas se cruzaban, mi mano tomaba la suya sin buscar mayor pretexto, nuestros rostros se acercaban y con una sonrisa de complicidad salíamos del enredo con un beso en la mejilla, entonces un “ole” volvía nuestra atención al entorno, yo seguía odiando la fiesta brava, y ella la soportaba por visitar a un viejo amigo.
Un segundo tercio mal ejecutado pero que atrae la atención general, las suertes con la muleta dejaron mucho que desear a los aficionados y suficiente desinterés a nosotros, sus ojos gritaban de ganas, mis manos vibraban una bienvenida, y nuestras bocas se anhelaban.
La bestia no quiere morir, se resiste, la estocada fué tan mala que al parecer no menguo las ganas de seguir con la faena. Un publico que presiona, tres descabellos y nada, suena un primer aviso… pero la bestia no quiere morir.
No conocí al sexto de la tarde, porque ella y yo salimos juntos al darnos cuenta de que la bestia no quería morir.

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