
Así que llegué para olvidarte en cualquier cuerpo, de preferencia uno moreno y con senos grandes. Mi verdadera preocupación radicaba en la cantidad de cigarros que resguardaba en el bolsillo, no podría permitir que nadie me quitara siquiera uno. Pedí el trago mas barato y que me dejaran en paz. Los cuerpos desnudos me tenían ya mareado de tanto vaivén, entonces apareció Wendy con sus ojos verdes, acercó sus pechos hacia mi y sentí un nauseabundo olor a alcohol que no sabía si provenía de ese par de melones, o de mi propio aliento, de cualquier forma fue una experiencia vomitiva. Luego se acerco a susurrarme algunas cosas al oído mientras yo miraba a tres mesas de distancia a un tipo con una terrible peda a cuestas, llorando y con mocos escurriendo sobre el hombro de otra mujer que mientras lo abrazaba vaciaba su cartera. Pobre pendejo –pensé- por unos pesos menos le presentaría a mi prima que sabe aliviar llorones. Wendy me preguntó si la acompañaba o no, le dije que fuera sola, y que me trajera otro trago cuando volviera, de cualquier forma yo no sabía a dónde quería ir, y yo no tenía ganas de ir a ningún maldito lugar, es mas me pareció obsceno que la muy idiota se hiciera llamar Güendi, que sus malditos pupilentes fueran verdes, y que sus anchas caderas se menearan con las nalgas fuera de mi vista como el rabo de un perrito feliz. Me di cuenta de que había olvidado que era lo que quería olvidar y decidí salir a buscarlo, mientras solté un sonoro, crujiente y encorajinado pedo me levanté de la butaca en la que me había derretido. Ya no había más cigarros en la bolsa de la chamarra. Caminé hacia la puerta y un bravucón se atrevió a pedirme la cuenta, lo mandé al carajo por no haber satisfecho ninguna de mis necesidades; no me puse pedo, no oriné en su baño, los malditos cacahuates sabían rancios, y ni siquiera forniqué. Se entretuvieron poco tiempo en madrearme en el callejón al que daba la cocina, pero al final uno de los que mas pateó mis costillas terminó siendo mi amigo, me dio dos cigarros y nos bebimos una cerveza. Como no era tan tarde pude caminar hasta mi hotel, me desnudé antes de meterme a la cama y dormí feliz pensando en cuanto te quiero.