noviembre 08, 2009

Caballo de hojalata.

¡Ahora vamos al Olimpo! -le decía a mi caballo de hojalata-
Quedémonos a comer aquí y después te sientas a esperarme.
"Al alebrije que me hizo feliz."















Azulado, aparentemente fuerte,
ruidoso con los pasos sobre madera
reluciente y siempre presente.

Andábamos pintando aveces de verde
las más de rojo nuestro patio de juegos,
nos dábamos comidas de pasto y carne,
y me subía a viajar por los rincones más airados de la estratosfera.

Intercambiamos remaches por uñas
y me reparaba las heridas mientras yo limaba sus raspones.

Se hacía menos de hojalata y yo menos de carne,
era entonces cuando uno sabía lo que el otro pensaba
y reíamos, y reíamos hasta quedarnos dormidos en un establo bajo las estrellas.

Comimos manzanas de la misma boca
lamimos la sal que a uno y otro le brotaba
hasta que otra cosa que no era sal nos escaldó la lengua
y era la única que teníamos para ambos,
así que ahora no quedó más que "echarnos" a dormir

Y así estuvimos.

Aun libramos muchas batallas juntos.

Pero un día mi caballo de hojalata se fue más lejos sin mi,
por querer hablar con alguien,
saco de su alforja a un dragón que se lo comió.

Ahora ya no tengo caballo,
ahora camino a pié,
y aveces,
cuando miro hacia un sendero algo lejano,
observo la cola del dragón,
que en su barriga llevará por siempre
al que fue mi mejor amigo,
mi caballo de hojalata.

No hay comentarios.: