De esas veces en que te dicen que teníamos entradas para el
evento, pero también un compromiso familiar por la mañana y te resignas, pero
ya con ambos pies en la fecha todo sale bien y el compromiso familiar termina
temprano, así que vámonos al concierto con los brazaletes de prensa que nos
facilitaron -¿Qué? ¿Brazaletes de prensa? ¡Que chido!, así si vamos a ver algo,
porque a la hora que vamos a llegar nos tocaría cómo a 300 metros del escenario.
En el camino la güera nos dice: -Preparen sus preguntas para
la rueda de prensa. A mí sólo se me ocurre que le puedo preguntar a Saúl: ¿Cómo
haces para mantenerte vivo?
Esos brazaletes de prensa tienen básicamente dos ventajas:
estás muy cerca del escenario y nadie te limita la entrada de mochilas y
tampoco te las revisan, así que dos termos de absolut azul y tres litros de
jugo se colgaron de mi espalda durante la larga caminata del carro al pie del
escenario.
Listo para el concierto de rock en la carpa de prensa de
Corona y ¡sopas! ni carpa, ni chelas y en lugar de rock me encuentro soplándome
a los sacrosantos ángeles azules. Pues el vodka lo hace llevadero. Luego
arriban al escenario los “muchachos” de DLD (zaz, nada más me sé cómo dos
canciones de antes de que les censuraran el nombre), tocan media hora según lo
programado, una pausa y llega Kinky a armar un buen ambiente entre la banda,
siempre es lindo escuchar buena música acompañado de varios miles de canijos y
si de pronto se asoma por ahí el Chava Rock con su cámara y tu lo reconoces y
le dices a tu pollo: “mira; ese de allá es tal y tal, y es de los cronistas de
rock más vetarros” uuuta, te sientes casi cómo conocedor de la historia del
rock.
Pausa de nuevo antes del plato fuerte, si vas a beber algo
que no debiste de haber metido es bueno ser discreto para no dejar en mal a los
de seguridad Lobo, que ya son cómo parte del chou, pero no se puede uno
esconder del mundo entero, así que una indiscreta chavita colorada por el sol
ofrece pagar lo que sea por un poco de ese néctar embriagante que se prepara en
los termos floreados. “Ser banda o aprender a decir que no, he ahí el dilema”
Ya está obscuro, se mueven las luces y sin tanta alaraca;
véalos ahí, ¡los Caifanes!
Mi primera impresión es lo negro del tinte del buen Saúl
Hernández, lo ruco de Sabo Romo y lo ausente de Markovich.
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Por lo borroso de la foto, por eso me quedo con ésta. |
“Esa enfermedad es incurable, esa enfermedad birium barium,
¡nooooo!” Aun no salía de la primaria cuando la escuchaba gracias a los
hermanos de mis vecinos, creo que ha llovido algo de entonces para acá.
Llegó el turno de “No dejes que” y ahí me perdí, ya no vi la
negra cabellera patrocinada por Loreal, ni la larga trenza blanca del
guitarrista, mi vista se perdió en patios, azoteas, banquetas, salas de
desconocidos y muchos sitios extraños en los que con una infaltable caguama en
la mano canté y crecí al ritmo de esos acordes y gritos bien entonados. Fueron
muchas veces, muchas caras, muchos amigos, muchas grandes ocasiones, y en
muchas de ellas cantándosela desde muy lejos a la que ahora es la mamá de mi
hija y mejor aun, mi compañera de vida, que no dejó que nos comiera el diablo.
“Antes de que nos olviden” y “Nubes”, estábamos hipnotizados
por la banda que suena igual que hace veintitantos años, tal vez mejor. Sólo a
“Afuera” se permitieron hacerle arreglos, los clásicos se quedan así, porque
así están bien, así es cómo nos los sabemos y queremos escucharlos siempre.
El encore, dicen que se van y todos sabemos que no es
cierto, tres canciones más la penúltima es la Célula que explota en la que ya
no se esfuerza por cantar, deja que todos lo hagamos por él, y está bien, al
fin que ni falta hace, con estar ahí paradote y darnos cuerda es más que
suficiente. Cierran con la que empezó su historia “La negra Tomasa” ¿Se
acuerdan que siempre quiero más rock y menos cumbia? Pues no sé que le
hicieron, creo que los arreglos sólo fueron en la batería pero sonaba cómo
metal aunque nunca dejó de ser la cumbia que los ángeles azules no sabrán tocar
jamás.
Se acabó el concierto, si estoy afónico y tengo sed, hace
mucho que no había que beber hasta que un buen samaritano nos vendió un vaso de
agua en 25 varitos, no hay conferencia de prensa ni nada más por hacer que
caminar apretados entre un tumulto de chavorrucos queriendo encontrar Tlalpan.
No le pude preguntar a Saúl cómo ha hecho para no morir,
pero eso ya no importa, salí sabiendo para qué es que sigue vivo.
Salud.